El momento
de la creación identitaria del Criollo en el Chaco Tarijeño.
Es a partir
de los procesos migratorios de finales del Siglo XIX y comienzos del siglo XX
cuando notoriamente se incrementaron la movilidad entre Bolivia y las
provincias del norte de Argentina de 6607 migrantes en 1895 a 16916 migrantes
en 1914[2] que si
bien es cierto fue por diversos factores; es claro que un porcentaje de dicha
migración boliviana comienza un proceso de asimilación cultural e incluso
deciden no retornar a su país de origen. Pero es en realidad en el estadio
histórico de la primera mitad del siglo XX que los habitantes del Chaco
Tarijeño comienzan a crear en el imaginario colectivo una identidad que los
diferencie como habitantes de la llanura en su relación tanto con el interior
de la nación Boliviana pero por sobre todo con el valle de Tarija.
Es a partir
de la Guerra del Chaco que la construcción identitaria de los habitantes del
Chaco Tarijeño cobra mayor necesidad, sobre todo por parte de la elite rural
que tenia mayores privilegios e influencia sobre todo en su relación con los
delegados provenientes de Tarija que trabajaban en la administración pública,
incluso más que la naciente burguesía comercial asentada en el ámbito urbano y
que por su origen extranjero y no nacional no se sienten propios del lugar y
consideran su permanencia en el Chaco como algo coyuntural. La utilización del
término: “criollo”[3] no es
nueva en Latinoamérica; ya que Criollo, es un americanismo que se empleó desde
la época de la colonización de América aplicándolo a los nacidos en el
continente americano, del país, pero con un origen europeo. En el Chaco
Tarijeño, al igual que sucediese en el resto de la América Española durante el
siglo XVIII los habitantes que se autodenominan como “criollos” controlan la
propiedad agraria y adquieren con esto un gran poder económico y una gran
consideración social. Pero no se sienten dueños del poder político. Esta
situación con el paso sucedáneo del tiempo cambiaría.
En el ámbito
rural del Chaco Tarijeño, la utilización del término: “criollo” por parte de
los habitantes del campo y luego también de sus descendientes que viven en los
centros urbanos de Yacuiba, Carapari y Villa Montes comienza recién de acuerdo
a los testimonios orales recién en la década del 40 y comienzos de la década
del 50. Antes de eso las referencias a estos habitantes sin importar el lugar
de su procedencia es solo la de “colonos”. Es importante su aporte durante los
años del conflicto ya que a diferencia de los guías indígenas, los colonos se
reconocen como parte de la nación Boliviana.
Es así como
los que se autodenominan “criollos” son en realidad los descendientes de
“colonos” (habitantes provenientes en su mayoría del Valle de Tarija, como
también de la provincia de Camargo y otras del interior de la nación Boliviana)
que llegaron de forma voluntaria a los primeros asentamientos en la zona
próximas al actual Caraparí y a partir de la década del 40 del siglo XIX al
valle de Caiza, también existen los registros de asentamientos no voluntarios
(a la fuerza) como se da en el caso de la construcción y posterior poblamiento
de Villa Rodrigo (Caiza) por parte de prisioneros de guerra peruanos (1843)[4] y no
será hasta después de 1905 que dé comienzo a un incremento del poblamiento de
la zona de Villa Montes.
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